lunes, 6 de julio de 2009

A veces sueño sin dormir, cuando duermo no puedo elegir mis sueños.

Llevaba semanas esperando este momento y, cuando al fin se produce, tardo tres días en escribir sobre ello. Es lógico. La magia ha conquistado este fin de semana.
Una lectura dramatizada. Mi texto en boca de otros. El texto de otros en labios de otros. Tu texto en voz de otros. No son otros cualquiera. Israel y Eloísa prestaron su cuerpo para dar vida a seres que imaginamos y que se hicieron realidad. Por primera vez Eloísa sobre las tablas, yo abajo, en la oscuridad y, entre nosotras mis palabras, las tuyas, las de todos.
Puede que alguien me riña por idealizar el momento, puede que tengan razón en hacerlo, puede que me recuerden algún incidente que ha quedado grabado; pero son las cosas del teatro, del directo, es el peligro cuando algo inventado intenta hacerse realidad.
La inocencia vino de la mano de Momo, de la mano de Eloísa que me llevo a verla. Cinco actores hicieron más realidad el sueño de mi infancia que cualquier superproducción de Hollywwod. Eloísa tiene razón, el escenario tiene algo que le falta al cine. Puede que ese algo sea el espectador. El teatro es la mezcla perfecta entre cine y literatura, es leer con los ojos abiertos y los oídos alerta.

No hay comentarios:

Seguidores