jueves, 24 de abril de 2008

Loquillo, viaje en el tiempo y una esperada exposición

Días ajetreados estos últimos de concierto, viajes en el tiempo, exposiciones, preparativos y cansancio.

Loquillo con su traje negro arribó en el puerto fluvial sevillano para traer un viento rockero a esta tradicional ciudad, y recordarme un acento al que ella se acostumbra demasiado rápido.

Amolmar inauguró su primera exposición, no sé si por el vino o las sonrisas, pero lo vi con la misma ilusión de cuando nos conocimos hace diez años, cuando teníamos sueños de artistas jóvenes y no la frustración adulta de ahora.

El viaje en el tiempo ha sido duro. Llevábamos semanas preparando la nave, repartiendo el trabajo entre la tripulación. Me nombraron capitana para esta travesía.

El viaje comenzó con un salto hasta el año 1980 del que fuimos poco a poco regresando. Yo, Juan Jacobo Hook (mi padre y Jefe de Máquinas) y otros cuatro oficiales nos encargamos del oído, el primero en regresar con la música. Toda la tripulación, al mando de Hook y con la ayuda de las proyecciones del grumete Amolmar transportó a los ojos con la iluminación y la decoración. El gusto fue trasladado gracias al Maestre Mario y a la Maestranza María. Los invitados al navío se encargaron del olfato y el tacto.

Terminamos el viaje en 1997, dejando a todos un poco perdidos, como si despertaran de un alucinación demasiado real, esperando que el sueño reparador les dejara de nuevo en el 2008 sin demasiados traumas.

viernes, 11 de abril de 2008

El plastico de los vinilos tienen un tacto especial.

Hasta las cuatro de la mañana ordenando vinilos. Es mi otro tesoro, el que no está señalado por una X.

Cristina suena de fondo con los subterráneos. No me gusta el orden que le doy a las cosas, luego no logro encontrarlas. El orden alfabético no funciona, el cronológico tampoco. Creo que el único orden posible sería el autobiográfico: saber donde están las cosas según el lugar que ocupe en tu vida su recuerdo. Elvis estaría en mi infancia. Los Héroes en mi adolescencia, escondido junto a Nirvana o los Beatles. La música efímera actual en una caja que sólo tocaría para las fiestas.

Haría lo mismo con los libros, con los objetos, con las películas, con las fotos todas, excepto las de ella, que tendría que repartir a lo largo de ocho años.

Debería tener una sección especial para ella, para sus cortas ausencias que se me vuelven largas, y en mi atlas personal marcaría Zaragoza y Barcelona como ciudades especiales a donde ella me arrastra cuando se marcha.

domingo, 6 de abril de 2008

Sevilla en primavera

Sevilla en primavera se vuelve, tras la Semana Santa, una ciudad distinta, una ciudad rara.

Con el olor a jazmín proliferan todas sus caras, todas opuestas no complementarias.

La Sevilla Inmigrante: La calle Sierpes llena de peruanos que venden baratijas en telas echadas al suelo y que marcan más la moda que las grandes firmas.

La Sevilla Turística: Italianos hablando una lengua propia que pretenden semejar al español, en busca y captura de españolas, no tan diferentes de las italianas.

La Sevilla Tradicional: En cualquier rincón mujeres con los brazos cargados de trajes de volantes, esperando la feria con ilusión. Los hombres en el Salvador quejándose, cerveza en mano, de lo cara que es la caseta.

La Sevilla Estudiante: Universitarios preparando la vuelta a casa, Universitarios que quieren ir a la feria y no saben como, Universitarios modernos que odian esas cosas folclóricas, Universitarios trabajadores que preparan sus apuntes para estudiar.

La Sevilla Infantil: Niños que juegan en la Plaza de la Gavidia ajenos a todos los demás.

miércoles, 2 de abril de 2008

Burocracia

¡Maldita burocracia! La odio como a las tormentas en alta mar.
Por eso me gusta ser pirata y navegar libre por mis mares de letras y palabras.
Aquí todo se complica con legajos, con papeles inservibles que enmarañan los deseos.
Aquí no controlo mi nave y el rumbo lo ponen otros. De nada sirve el parche en el ojo y el garfio en la mano.
Yo solo quiero ser maestro pirata y enseñar a los grumetes a tomar el timón de los signos, arriar las velas de las grafías y domar el mar de los vocablos.
Mi única patria son las palabras, ¡qué puedo saber yo de hipotecas ni de princesas de papel couche!

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