jueves, 23 de julio de 2009

La realidad y yo (o mi manera de caminar).

Un viento nuevo acariciaba anoche mi cara, un viento frío que llegaba a ráfagas, que parecía marcar la sístole y la diástole al mundo, que te hacía avanzar siguiendo su pulso.
Anoche los árboles bailaban conmigo de camino a casa, se inclinaban a saludarme, me sonreían con un crujir de hojas aún verdes.
Anoche los elementos se confabularon a mi favor, incluso las farolas parpadeaban intentando guiñarme un ojo de complicidad.
Mis manos todavía retienen el temblor de mi voz con palabras deshilachadas, llenas de retazos de mi mente. Mis manos siguen reteniendo la electricidad de las tuyas.
Me he despertado con un cansancio difícil de explicar, mi cerebro necesitaría una semana en coma para recuperarse de las emociones, mi cuerpo necesitaría una semana muerto para recuperar las fuerzas.
El pájaro vivió hace miles de años, su música me dará este viernes la posibilidad de vivir otra vida, de soñarla con los ojos abiertos y la garganta dolorida. El pájaro proveniente de oriente surcando occidentales hemisferios cerebrales. El temblor de las cuerdas en manos expertas que te transportan. Pensaré en especias extrañas, en perfúmenes exóticos.

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