sábado, 18 de julio de 2009

La magia reside en que otros ojos te vean como ficción.

Los cuentos de hadas nos han hecho vulnerables, los cuentos de hadas sólo pueden ser ciertos en países nórdicos con castillos de ensueño, donde el frío hace morir a cerilleras soñadoras, donde los soldados de plomo pueden enamorarse de muñecas de porcelana. Los cuentos de hadas se realizan en países con sirenas de metal en sus puertos, con hombres de ojos azules y mujeres de tez pálida. Países con pasado vikingo y pirata, con mares helados, con paisajes verdes en primavera.
En el sur, los cuentos de hadas, son sólo cuentos, historias que se cuentan a los niños para hacerle creer en un futuro posible, para intentar que no pierdan la inocencia demasiado rápido. El sur es tierra de pícaros Lazarillos, supervivientes con la realidad en contra; tierra de Celestinas que devalúan el amor dándoles el valor de una cadena de oro; tierra de locos soñadores que terminan asumiendo que los molinos no son gigantes. Nuestros soldados enamorados son Don Juanes, Casanovas crédulos que terminan enamorados de verdad, perdiendo credibilidad y la vida. Nuestros hombres están tostados por el sol de la mezcla de civilizaciones, nuestras mujeres sostienen la mirada oscura y profunda de Pandora. Somos un pueblo de colonizadores y colonizados.
No necesitamos inventar cuentos de hadas. En el sur, con el mundo deformado por el calor asfixiante, más que convertir los sueños en realidad, transformamos la realidad en ensueños.

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