miércoles, 17 de diciembre de 2008

Si reposas la cabeza en mi mano sentirás el movimiento del mundo, la explosión inicial aún recorre mi cuerpo.

Tu nuca tiene la forma exacta de mi mano. Tus vértebras encajan entre mis dedos como una Pangea desgajada. El largo de tu cuello es el ancho exacto de mi palma. El azar los ha unido como dos partes de un mismo ser que se busca, que se buscan.
Tu nuca acaricia mi mano con el ronroneo de las ideas que palpitan, de la sangre que fluye, de los nervios eléctricos. Mi mano acaricia tu nuca a borbotones, con espasmos.
Quizás perder sea una gran aventura, la herida del derrotado en la lucha es la marca del vencedor. Quizás sea más difícil eliminar una mancha de sangre de los nudillos que una cicatriz en los huesos. Las heridas profundas son las únicas que me enseñan. Quizás perder sea la mejor elección.

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