sábado, 9 de mayo de 2009

No hablo de vencer los miedos, hablo de perderlos.

Odio esperar, siempre me ha desesperado. Odio esperar y lo peor es esperar algo incierto. Es como esperar que llueve sin ningún indicio que incline la balanza hacia un lado u otro. No hay nubes negras, pero el cielo tampoco está despejado.
Hoy he ido a la peluquería y Lola se ha empeñado en alisarme el pelo. Me encuentro rara. No me acostumbro a verme así. Todos dicen que estoy guapa. Yo me encuentro menos yo.
Hoy de nuevo toca cena en casa de Dumas. Como de costumbre yo llevo el vino. Egon viene por primera vez. Me hace ilusión poder pasar más rato con él. Quizás venga Estella. Me apetece que me conozca en esa situación, en mi situación. Es curioso como alguien tan ajena a mi y a mi vida puede penetrar de manera tan profunda en mi mente. Si creyera en la reencarnación, sentiría que la conocí en una vida anterior, en muchas vidas anteriores.
Estella me ha pedido que nunca deje de escribir, pero hay cosas que no se deben decir y cuando son las únicas que puedes escribir, prefieres el silencio. Eso es lo que lleva ocurriéndome desde hace dos meses. Demasiada información que tarda en ser procesada, en asimilarse para convertirse en palabras. Demasiados sentimientos que se callan para olvidar. Ahora sólo quiero gritar aquello que me invade. Basta de ser cobarde. Soy un pirata. Esta vez me atreveré a navegar sin miedo al naufragio, tus cantos de sirena me encantarán y no quiero permanecer atada al mástil como Odiseo, quiero lanzarme al mar y morir golpeada en las entrañas de las rocas donde estás sentada.

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