miércoles, 13 de mayo de 2009

Brindo por los naufrágios que nos hacen recalar en islas ignotas.

Mis amigos me preguntan a menudo por qué siempre me pongo en lo peor, dicen que no tengo nunca esperanzas de que algo bueno pueda sucederme. No entienden que mi pesimismo es mi bote salvavidas, que si no fuera tan negativa no lo tendría preparado para el naufragio.
Ahora me encuentro remando en medio del oceáno, sin barcos a la vista, pero con las suficientes provisiones para sobrevivir el tiempo necesario.
He tirado últimamente tantas cosas por la borda que casi es preferible seguir navegando en una barcaza con esperanzas que permanecer en un galeón fantasma.
Ahora pienso en lo lejos que he estado de los míos en los últimos tiempos, en lo lejos que voya permanecer todavía algún tiempo. Cada vez mi mundo se hace más grande y el otro, el del resto, más pequeño. Cada vez paso más tiempo a este lado del espejo, cada vez el camino de vuelta se hace más difícil.

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