jueves, 21 de enero de 2010

Todos se van.

Me falta pasión. El desgaste emocional de las despedidas empieza a ser patente. Dejo de sentir, de tener deseos. Casi todo está dejando de importarme. ¿Qué me ocurre? ¿Quién soy?
No sé reconocerme en este punto medio y neutral, no sé qué persona es esta que habita mi cuerpo, que apenas escribe...
Decir continuamente adios es un trabajo para el que no estoy hecha, me implico demasiado con las personas que me rodean, no sé no implicarme, no quiero saber no implicarme.
Los sueños aparecen cada vez más lejos e inalcanzables, empiezo a oir el tic-tac de un reloj, empiezo a temer al tiempo que pasa y no se detiene. Me da miedo ese monstruo intangible que destroza los cuerpos y derriba los sueños, que me convierte en autómata con piel humana.

No hay comentarios:

Seguidores