martes, 5 de enero de 2010

Bienaventurados los que hoy reciban un regalo, porque empiezo a sospechar que a partir de una edad se da más que se recibe.

Tengo un vacío en la boca del estómago, una sensación de vacuidad que podría confundirse fácilmente con hambre si no fuera por el nudo marinero que llevo en mi garganta.
Día de reyes, día de regalos sin regalos. En mi niñez los tenía a montones. Parece que no los dosificaron bien. Me viene de familia, yo tampoco sé dosificar. Los extremos me parecen más manejables que los puntos medios. Por eso suelo perder. Las maniobras se agolpan y se entremezclan. Quizás no sea tan malo perder. Quizás perder no sea más que dejar lastre para proseguir el camino.

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