miércoles, 18 de noviembre de 2009

Lo peor de las fotografías es que obvian los olores y el frio.

Una capital situada entre montes. Lisboa es una ciudad que cansa el físico, donde descansa el alma.
Cuestas y escaleras, subidas y bajadas... es como el fado que no es del todo triste y tampoco llega a ser alegre.
De todo me quedo con las vistas desde el palacio de San Jorge, Sintra recién rescatada de la mente maravillosa de un niño, la torre de Belem con el agua revuelta golpeando sus cimientos en la desembocadura del tajo.
Me quedo de este viaje con los momentos hermosos: La sonrisa de Elvira al contemplar la vegetación de Sintra, el vino que tome mientras ella saboreaba un licor de almendras, sus ojos al despedirnos.
He traído mi maleta más llena de sensaciones que de recuerdos. Voy a comprar una caja hermética para conservarlas y poder rescatarlas cuando las necesite.

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