viernes, 11 de abril de 2008

El plastico de los vinilos tienen un tacto especial.

Hasta las cuatro de la mañana ordenando vinilos. Es mi otro tesoro, el que no está señalado por una X.

Cristina suena de fondo con los subterráneos. No me gusta el orden que le doy a las cosas, luego no logro encontrarlas. El orden alfabético no funciona, el cronológico tampoco. Creo que el único orden posible sería el autobiográfico: saber donde están las cosas según el lugar que ocupe en tu vida su recuerdo. Elvis estaría en mi infancia. Los Héroes en mi adolescencia, escondido junto a Nirvana o los Beatles. La música efímera actual en una caja que sólo tocaría para las fiestas.

Haría lo mismo con los libros, con los objetos, con las películas, con las fotos todas, excepto las de ella, que tendría que repartir a lo largo de ocho años.

Debería tener una sección especial para ella, para sus cortas ausencias que se me vuelven largas, y en mi atlas personal marcaría Zaragoza y Barcelona como ciudades especiales a donde ella me arrastra cuando se marcha.

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